martes, 12 de octubre de 2010

El teatro que transformó una identidad

Entremeses Cervantinos: Patrimonio Artístico de Guanajuato
Por Rolando Briseño León


La historia cultural reciente de la ciudad de Guanajuato registra un fenómeno ligado a su vida cotidiana, a su arquitectura novohispana y del siglo XIX, a su universidad, al arte escénico popular y a la literatura del Miguel de Cervantes. Todos estos factores han consolidado, en más de medio siglo, a uno de los íconos del teatro universitario en México: los Entremeses cervantinos del Teatro Universitario de Guanajuato; ambos patrimonio artístico.
Con la creación de la Universidad de Guanajuato, en 1945, el otrora Real de Minas comienza a experimentar procesos políticos, económicos, sociales y artísticos que impulsaron la transformación de su propia identidad cultural.
Si bien nace como uno de los principales centros capitalistas de la Nueva España, en la segunda mitad del siglo XX la ciudad minera y sus habitantes logran desarrollar un proceso cultural -en cinco décadas- que al principiar el siglo XXI la devela como cuna iberoamericana de Cervantes.
Con la diversificación de su economía –actualmente sustentada en la actividad turística- Guanajuato se configuró como símbolo del cervantismo en el horizonte americano, dejando atrás casi cinco centurias de actividad minera.
El Teatro Universitario de Guanajuato (TUG), que surge en 1952 –con la creación de la Escuela de Arte Dramático y el estreno en teatro cerrado de la obra Arsénico y Encaje Antiguo, de Kesselring- bajo la iniciativa de los juristas Armando Olivares Carrillo, Eugenio Trueba Olivares y la dirección de Enrique Ruelas Espinosa, fue un factor determinante en la diversificación de la identidad local y de su economía.
Textos dramáticos, espacios públicos e inmuebles del siglo XVIII, técnicos de audio e iluminación, maquillistas, encargados de vestuario y utilería, animales, niños, actores, directores, autoridades universitarias y espectadores, edificaron un patrimonio teatral, con capital cultural.
En el contexto de las ciudades declaradas por la UNESCO Patrimonio Mundial y Patrimonio Cultural de la Humanidad, Guanajuato destaca como ejemplo singular de una vocación cervantista, capaz de generar, desde su pueblo, manifestaciones artísticas en donde lo cotidiano y la escenografía natural participan activamente con el teatro.
En entrevista añeja e inédita, el crítico mexicano José Antonio Alcaraz aseguraba: “Al dejar que los animales, las campanas, la torre adjunta, la nube que pasa, se incrustaran, se adhirieran a un contexto al que siempre pertenecieron, Ruelas demostró su inteligencia y su conocimiento real de la obra de Cervantes”.
Esta veta del TUG se hizo pública para la celebración de un congreso de rectores de la Asociación Nacional de Universidades Públicas ANUIES, el 20 de febrero de 1953. La encomienda fue para Enrique Ruelas, quien desde 1947 había propuesto a sus coterráneos hacer teatro al aire libre. Esta vez alentado por el rector entonces, Antonio Torres Gómez. “Desde entonces Guanajuato rinde homenaje continuo al Príncipe de los Ingenios”, escribió Enrique Ruelas para conmemorar los 25 años del TUG
El planteamiento general tomaba como premisa la influencia ideológica del teatro popular francés de finales del siglo XIX, que se distinguió por “la democratización del teatro”, el teatro a la escena pública.
Usando técnicas cinematográficas Ruelas montó el entremés El retablo de las maravillas, al cual, -por su duración corta- adicionó La guarda cuidadosa y Los habladores, piezas breves que entremezcló, e incluyó un prólogo y un epílogo con una narración alusiva a la época que vivió Miguel de Cervantes, según relata Juan Francisco Arellano Heredia en la biografía de Enrique Ruelas Espinosa, Teatro Pasión y Docencia.
Nadie más imaginó que una decrépita ciudad minera de la meseta central de México, pudiera servir como escenario natural para los personajes de la novelística en lengua española.
Así surgió un territorio más para el nacionalismo, que por esos años generó una de las principales discusiones, entre intelectuales, artistas y políticos, en la búsqueda de diversas respuestas que conformaron una historiografía del nacionalismo cultural mexicano del siglo XX.
Para entender el proceso histórico que siguió la vida cultural mexicana, en ese período, Rodrigo Gutiérrez Viñales, nos explica en El papel de las artes en la construcción de las identidades nacionales de Iberoamérica, Historia Mexicana, vol. LIII, número 002, Colegio de México: El proceso de reconquista espiritual de América que España inició a finales del siglo XIX y potenció en especial, tras la pérdida de sus últimas colonias de ultramar en 1898, introdujo una variante olvidada hasta entonces en la construcción de la identidad nacional: el “hispanismo”. Llamado a rescatar de las tinieblas tres siglos de cultura vilipendiados, esta ideología apoyada por pensadores, literatos, artistas y políticos de ambas orillas, se convertía en uno de los factores decisivos para la afirmación de la identidad nacional y americana en las primeras décadas del siglo XX.
En los años cincuenta, la ciudad de Guanajuato estaba representada por una sociedad completamente mestiza, algo que más tarde el crítico de arte José Antonio Alcaraz calificó de “fauna guanajuatense vertida a la tarea literaria de Cervantes”, al hablar de los recursos naturales de que dispuso el director de escena Enrique Ruelas Espinosa para el montaje de Entremeses.
Muchas familias guanajuatenses como los Castro, los Ferro, los Olivares, los Domínguez, los Gutiérrez, los Ávila, entre muchas otras, realizaron un esfuerzo comunitario enorme para llevar a escena los Entremeses, sus hijos prácticamente nacieron en el teatro. Varios matrimonios se gestaron en los ensayos y presentaciones.
A través de un proceso arduo de aprendizaje y trabajo conjunto, el teatro vivo de Guanajuato se instituyó como patrimonio individual y colectivo. Ha representado un capital cultural, tanto para propios como para extraños. Un fenómeno social, económico y artístico que diversificó la identidad local, mediante la recuperación de un pasado que pertenece a la ciudad y a sus ciudadanos.
El académico Armando Partida asegura que la tradición que se inicia con los Entremeses cervantinos y con el Festival Internacional Cervantino es la recuperación de un pasado que también nos pertenece: “Cervantes también nos pertenece, mediante la cultura novohispana y la identificación de esa cultura hispánica en los escenarios de la Nueva España le da un doble valor, y al mismo tiempo es la recuperación tanto de la arquitectura como del ámbito, del ambiente, de los textos dramáticos, pues aumenta la perspectiva, aumenta la importancia de esa identidad cultural nacional”
En algunas ciudades mineras, edificadas desde el siglo XVI, primero por colonizadores españoles y después por mestizos y criollos, la identidad hispanista tuvo nichos portentosos. La sui géneris ciudad de Guanajuato, considerada hoy Capital Cervantina de América, es una de ellas, tal vez la más ligada al nacionalismo hispanista mexicano.
La tradición historiográfica de lo nacional señala, en voz de la académica Rita Eder: “El origen de la historia del arte en México está ligado a una condición poscolonial y a la necesidad de reinventar las tradiciones de la nueva nación que se divisaba en tiempos de la Reforma”.
Mediante la diversificación de las identidades es posible establecer territorios imaginarios, la apropiación de conductas por medio del teatro popular trae consigo una carga de tipo territorial. El parecido de los paisajes urbanos descritos en las novelas ejemplares hace de la ciudad de Guanajuato un escenario ejemplar. Para Fernando Redondo Benito, presidente del Centro UNESCO Castilla-La Mancha, la ciudad de Guanajuato es territorio del Quijote, por haber recobrado el alma y el espíritu de los personajes de Miguel de Cervantes: “En México y especialmente en Guanajuato se ha conseguido no sólo hacerlo como un personaje propio de la cultura guanajuatense, sino también se ha logrado que desde este lugar se expanda al resto del mundo, asumiendo, muchas veces, ideales, pensamientos, formas de ser, actuar y pensar, en ese lugar de la esperanza. Guanajuato aporta a ello, a través de Cervantes, del Quijote, de Sancho, juego dual, de realidad-sueños, posible-imposible, visible-invisible”.
Son pocos los ejemplos en la historia de los procesos culturales del siglo XX en México, que nos permiten visualizar con nitidez la conformación de una de las muchas identidades locales.
Desde el punto de vista del patrimonio artístico, la ciudad ha generado obra en los campos literario, pictórico, arquitectónico, cinematográfico y teatral. El académico guanajuatense Luis Palacios explica la presencia de grandes artistas del cine y la literatura, quienes fijaron su vista en esta ciudad minera mexicana para realizar obra: ”En los años cincuenta Luis Buñuel vino a filmar una película en Guanajuato, al mismo tiempo Carlos Fuentes escribía la novela Las buenas conciencias, es decir, grandes artistas del cine y la literatura ya habían detectado a Guanajuato como una ciudad muy especial, y ahí está el valor de Ruelas, de Trueba, de Olivares y de la gente que hizo los Entremeses cervantinos, porque ellos captaron ese espíritu y lo cristalizaron en ese espectáculo y dimensionaron a la ciudad”.
En lo que toca a las artes escénicas, fue Enrique Ruelas el que tuvo la visión de aprovechar los escenarios naturales para sus montajes, pero también fue quien propició la identificación de los ciudadanos con los personajes de la narrativa de Cervantes. Los personajes de éste y de otros autores españoles fueron asimilados por quienes convergieron en el TUG, tanto los de escena como los espectadores.
Al hablar, en entrevista, del tema escenográfico, el académico Hernán Ferro de la Sota, considera que lo más importante de una ciudad es su gente. Explica que la simbiosis que se da entre ciudad en su parte material, en su parte morfológica con el teatro, es extraordinaria. “Guanajuato sí es un escenario. Es el escenario cotidiano, es el escenario de la vida. Realmente ahí es en donde se encuentra el valor de la obra de Cervantes, y es ahí la visión de toda esa pléyade de gentes que hicieron posible esta experiencia de teatro callejero. Pero más que callejero es un teatro que a principios del siglo XXI, lo podríamos denominar con toda justicia, como teatro urbano.
La mística del teatro, como la nombró Ruelas, dio oportunidad a la gente de entrar en relación con el ambiente y con el espíritu escénico.
Por su parte José Ramón Enríquez expresó en entrevista que hacer ese tipo de teatro fue una idea extraordinaria del maestro Ruelas. “Recupera y recoge la idea misma de Cervantes. Cervantes en algún momento dice: yo no necesito de esos aparatazos escenográficos; sino que todo mi aparato está en un saco, como me enseñó mi maestro Lope de Rueda. Entonces que en México se haya recuperado el espíritu de Cervantes, para hacer Entremeses en las calles y con la gente, es extraordinariamente rico”.
Este patrimonio teatral hizo de la ilusión escénica una forma de participación individual y colectiva en la que estudiantes, amas de casa, maestros, párrocos, músicos, perros, burros, caballos, aguadores, sastres, transeúntes y familias enteras, convivieron haciendo y disfrutando teatro, lo mismo en plazuelas, que en laderas y callejones, en vecindades y socavones.
Estos escenarios naturales, como espacios de significación y convergencia social, pertenecen a tipos de patrimonio distintos, por sus valores histórico, arquitectónico, estético, pero también por ser los sitios de convivencia e identificación de sus habitantes. Son espacios en donde el espectador y el creador se funden con los personajes literarios y las atmósferas escenográficas reales.
En algún momento de la segunda mitad del siglo XX, el escenógrafo mexicano Julio Prieto le dijo al director de teatro Enrique Ruelas Espinosa, que había sido superado como escenógrafo. Ruelas preguntó por quién y Prieto respondió que por los albañiles del siglo XVII que construyeron el Templo de San Roque, y que siglos más tarde, con el montaje de Entremeses, adquirió la connotación de escenario natural.
Sólo un objeto fue añadido para acentuar la atmósfera del escenario natural. Por iniciativa del pintor Manuel leal, quien era el director artístico se colocó la cruz de los faroles en el centro, réplica de la que existe en la ciudad de Córdoba en España.
A lo largo de cinco décadas, el TUG fue edificando un repertorio proclive al teatro clásico español: Tres entremeses de Miguel de Cervantes, que se representan -hasta hoy- en el atrio del templo de San Roque; Los pasos, de Lope de Rueda (1955), que se escenificaba en la Plazuela de Mexiamora y después en San Cayetano; Yerma (1963), de Federico García Lorca, que se montó en San Matías, junto al lecho del río, posteriormente en Pueblito de Rocha, durante 13 años; El retablillo jovial, de Alejandro Casona (1957), que fue escenificada en el Mesón de San Antonio; El caballero de Olmedo de Lope de Vega en el barrio de San Javier, Las estampas del Quijote (1972), en la plazuela de Cata y Dos hombres en la mina (1979) de Ferenc Herczeg, que se representa en el interior de la mina del Nopal. Esta última rescata, por otra parte, la identidad minera que posee la ciudad y sus pobladores, a manera de homenaje a todos aquellos hombres que de alguna manera nacieron, crecieron y murieron en las minas de plata.
Todas estas obras dirigidas por Enrique Ruelas, al utilizar escenarios naturales de la ciudad e incluir la participación de los propios pobladores, fueron dando un carácter patrimonial a la manifestación artística impulsada desde el TUG, a la postre representó parte importante del patrimonio artístico de los guanajuatenses.
Como patrimonio efímero y factor de desenvolvimiento de la ciudad y sus habitantes, el TUG y su repertorio reúne: la arquitectura teatral tangible en el cotidiano; los textos dramáticos de Cervantes, que fueron seleccionados para ser representados; los vestuarios distintos que han utilizado por generaciones, desde los primeros cuya carga dramática los hacía llenos de realismo, hasta el vestuario teatral actual; personas extraídas de su ámbito cotidiano para interpretar y apropiarse de los personajes. En esto consistía la posibilidad de crear la ilusión escénica. Este patrimonio cultural y artístico se hace tangible en las colecciones familiares de fotografías de las representaciones, cincuenta años de historia fotográfica que dan testimonio visual de una memoria que sobrevive en el creador y en el espectador. Gracias a la colaboración de la actriz Alba Mora Córdova y de Josefina Castro, principalmente, hemos podido recuperar es memoria fotográfica resguardada en las colecciones particulares.

El Proyecto Político de Luis Echeverría Álvarez
Con una trayectoria de dos décadas de representaciones, el TUG dio madeja a un tejido social, artístico y económico, ligado a la obra de Cervantes. En el 29 de septiembre de 1972 nace el Festival Internacional Cervantino (FIC), un proyecto cultural anhelado, pero insospechado para el grupo de TUG.
El presidente de la república entonces, Luis Echeverría Álvarez, emite el decreto de creación. Echeverría ya conocía los Entremeses, fue delegado del PRI en Guanajuato, conoció las ideas artísticas de los intelectuales que se reunían en el departamento del callejón del Venado. El actor Enrique Hagen nos cuenta la historia, de cómo surge el FIC: “Una idea que surgió en un congreso internacional en Panamá, en que se estableció que tuviera lugar una celebración de un Año Internacional del Turismo para las Américas. Al llegar el presidente Echeverría y haber ofrecido a México como sede del evento, recurrió al entonces Departamento de Turismo que fue quien propuso que fuera en Guanajuato. En audiencia con el gobernador Manuel M. Moreno, se tomó el acuerdo de que fuera Cervantino en honor a los Entremeses”.
En el plano artístico, Enrique Ruelas nuevamente experimentó utilizando los artilugios escenográficos naturales de la propia ciudad. Para la inauguración del primer FIC, se dio a la tarea de montar Las estampas del Quijote, en la plazuela de Cata, según relata en entrevista el primogénito de Ruelas Enrique Ruelas Barajas: “Yo me acuerdo del enorme entusiasmo con que platicaba cómo se estaba fraguando el primer Festival Cervantino, y se vino a Guanajuato, uno o dos meses, entregado a montar Las estampas del Quijote”.
Inexplicablemente, Las estampas del Quijote tuvieron una vida efímera. Aún así son recordadas y pertenecen a la memoria colectiva, ya que fueron el punto de partida de 35 años de FIC. Desde su punto de vista como espectador, el arquitecto Arturo Parra nos relata: “El genio de alguien hizo carne de teatro de un personaje que venía de una literatura; entonces, ese tipo de cosas son las que hacen grande a Ruelas. ¡Voy a hacer que el Quijote aparezca en escena¡”
A principios de la década de los setenta, el FIC dio notoriedad mundial a Guanajuato, al igual que los Entremeses en 1953. Los ya célebres Entremeses cervantinos fueron testigos actuantes de una nueva época para la ciudad. A la fecha continúan representándose –actualmente bajo la dirección de Eugenio Trueba Olivares- y han estado en cada una de las emisiones del FIC, ejerciendo su personalidad de capital cultural semilla.

España en el imaginario colectivo de Guanajuato
El imaginario colectivo de los habitantes de la ciudad de Guanajuato está permeado por la épica del Quijote de la Mancha, así como por algunos otros personajes de la literatura de Cervantes, como el soldado de la guarda cuidadosa, Chirinos, Chanfalla, el Rabelín, el alcalde, y por el propio Miguel de Cervantes, que durante la década de los cincuenta personificó el primer rector de la Universidad de Guanajuato, Armando Olivares Carrillo.
Sin embargo, no sólo los personajes de Cervantes se encuentran presentes en el imaginario de la sociedad, sino también otros como Yerma, que pertenece a la dramaturgia de Federico García Lorca.
Incluso, el propio director de Entremeses cervantinos, Yerma y Los Pasos, de Lope de Rueda, el inolvidable Enrique Ruelas Espinosa, está inscrito, al lado de los personajes literarios, como parte indisoluble de ese imaginario colectivo. Su figura, tan recordada por los habitantes, ya sea caminando por callejones, en el café Valadéz o dirigiendo desde la cabina de San Roque, quedó plasmada en la escultura que la artista Glenda Getcher realizó con motivo del cincuenta aniversario de Entremeses.
Los mismos escenarios naturales que han servido al TUG, como el atrio del templo de San Roque y la Plazuela de Mexiamora, son ahora espacios simbólicos, al significarse como parte de un pasado colonial que pertenece a la identidad local y con la capacidad de emerger vigorosos a través del teatro.
Y como en muchas historias, todo inició con una conmemoración, en este caso, el natalicio de Cervantes. Luis Pablo Castro “palillo”, Benny Smith, José de Jesús Gutiérrez, Andrés Soler, María Luisa Zozaya, Luis Ferro, Eugenio Trueba, Enrique Ruelas, Armando Olivares, Jesús Domínguez Padró y otros intelectuales de los años cincuenta, fueron quienes planearon desde su apartamento del Callejón del Venado, una conmemoración para Cervantes; con resultados insospechados.
La ciudad de Guanajuato, con su vida provinciana, dio paso a un nuevo proceso para la integración de una identidad local nacional, basada en añoranzas de un pasado colonial, en donde los rasgos culturales del viejo mundo hispano, resurgieron a través del arte teatral, con enorme carga popular.
Tan democrático era el asunto que no sólo el rector entonces de la Universidad de Guanajuato interpretaba un papel. Al igual que cientos de personas -en diferentes años- en 1978 era el gobernador Luis Ducoing, uno más de los ciudadanos partícipes del teatro. Todo mundo quería pertenecer al TUG.
La identificación del pueblo con los personajes literarios generó cierta apropiación de rasgos culturales vertidos en los montajes teatrales, acentuados por la pertenencia de esos personajes literarios a los espacios de la escena. Precisamente, vestigio de la época novohispana, manifiesta en algunos templos y plazuelas.
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La presencia en Guanajuato de filósofos y literatos españoles como Luis Rius y Horacio López Suárez y otros como Luis Villoro, Ricardo Guerra, Pascual Buxó, acentuó la identidad hispanista en una porción de la población, al ser éstos fundadores de la Escuela de Filosofía y Letras, así como actores del TUG.
En el número 185 de la revista Artes de México, el poeta Luis Rius escribió: “Los Entremeses cervantinos en Guanajuato han sido una maravillosa exaltación del alma popular...en la inclinada superficie de piedra de la plaza aparecieron revividos los personajes de Miguel de Cervantes, Para lograr esta ilusión, Enrique Ruelas no se valió tan solo de sus alumnos de la Escuela de Arte Dramático. Fueron ellos el núcleo principal de un formidable cuerpo de actores formado por médicos, comerciantes, autoridades locales, músicos ambulantes, abogados, burócratas, sastres, niños...: el pueblo entero de Guanajuato convertido en representante cervantino. Desde los más famosos guanajuatenses hasta el más modesto trabajador, y un el desheredado de todo bien, participaron de alguna manera en la creación del espectáculo.
El filósofo Luis Villoro, hoy investigador emérito de la UNAM, llegó a interpretar el papel de Cervantes durante su estadía en Guanajuato, al igual que lo hicieron por esos años cincuenta, Luis Rius y Enrique Pérez Cancio, quien realizó la filmación del estreno de Entremeses. Villoro hizo testimonio del fenómeno escénico en el boletín universitario de 1954: “Los Entremeses han despertado en Guanajuato una evocación dormida, sólo son un llamado para que siga una noble vía de expresión espiritual. Si el esfuerzo se prolonga y creemos que ya no puede detenerse México le deberá mucho más que resurrección del Teatro Clásico Español, le deberá la renovación de su fe en la fuerza creadora de la comunidad”.
Entre los espectadores, estaban Alfonso Reyes, Rómulo Gallegos, León Felipe, Celestino Gorostiza, Salvador Novo, Pedro Garfias, periodistas de todo el mundo como la londinense Beryl Miles y Armando de Maria y Campos, que fue el primero en escribir sobre Entremeses cervantinos en el diario Novedades, el 10 de marzo de 1953. La recuperación de los textos dramáticos del siglo de oro español, en manos del TUG, dieron la vuelta al mundo hispánico.
La recuperación de una identidad hispanista poco a poco fue alojándose en el inconsciente colectivo, por supuesto, a través de las representaciones teatrales, especialmente con Entremeses.
Horacio López Suárez recordó en 1996, durante un homenaje póstumo a Enrique Ruelas, realizado en el salón Ruelas de la UNAM, cómo fue que llegaron a Guanajuato: “Llegó Ricardo Guerra que fue el director de nuestra Facultad durante varios cuatrienios, también llegó Michel Albán la profesora y el doctor Francisco Linares (eso creo) periodista y doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Yo llegué en el año de 1953, cada año seguía aumentando el número de profesores a todas estas escuelas que se habían fundado. En 1953 cuando fui nombrado profesor de ahí por recomendación del gran maestro José Rojas Garcidueñas y el maestro Julio Monterde que me recomendó como profesor inicié mi carrera como profesor de literatura. ¡Y me quedé asombrado en ese año de 1953 porque llegué exactamente el mismo día que se pusieron por primera vez los Entremeses cervantinos! Quedé maravillado de la ciudad, que ya conocía, en 1952 ya habíamos bastantes amistades, nos acogieron muy bien, y ahí fue mi segundo encuentro con el maestro Ruelas, como pionero del teatro guanajuatense”.
Con la imagen del pasado en la mente, López Suárez relata su asombro: “Quedé admirado de la plaza de San Roque y me metí al ruedo en la primera presentación, hice de maldito en la primera representación del Cervantino. Participaba todo el pueblo, esto era una cosa maravillosa.”.
No es de extrañar que la ciudad sea considerada extensión del territorio de la Mancha, el lugar en donde viven los personajes de la literatura de Cervantes. Al respecto le preguntamos a Fernando Redondo y esta fue su respuesta: “Por qué Guanajuato y por qué cervantina, mejor iniciar por qué el territorio de La Mancha. Carlos Fuentes dice que somos el territorio de La Mancha, manchados, impuros, mestizos, abiertos a la comunicación, entonces en cualquier lugar del mundo donde haya una semilla quijotesca y cervantina, se puede encontrar ese territorio de la esperanza y los sueños que es La Mancha, ese territorio que nos acerca de la mano de Cervantes, por qué Guanajuato, porque es una referencia cervantina y quijotesca mundial, equiparable a Castilla-La Mancha. Guanajuato es una referencia y es nuestro territorio, somos el territorio de La Mancha, somos escuderos de don Quijote. Guanajuato es quizá un apéndice, pero con personalidad propia, es La Mancha en si”.
Tras su estreno, el 20 de febrero de 1953, en poco tiempo la representación de Entremeses era el pan de cada día. Gustaba tanto a los niños que muchos de ellos comenzaron a expresarse -a fuerza de escucharlos- utilizando algunos de los diálogos cervantinos. El lenguaje de Cervantes se hizo presente en el habla cotidiana de los niños que a diario transitaban por San Roque. Esto, a su vez, propició que las hermanas Josefina y Vicenta Ramírez, dueñas de la escuela Sor Juana Inés de la Cruz, propusieran un montaje facsimilar de Entremeses, pero con los niños que cursaban sus estudios en la escuela primaria.
Juan Francisco Arellano Heredia nos relata de voz viva su experiencia: “Era un niño de 9 años. Pasaba por San Roque cuando ensayaba el grupo de Teatro Universitario de Guanajuato. Por imitación, un grupo de niños de aquella escuela, ensayaba frente al hospital civil, en el templo de Pardo. Recuerdo que por recomendación de mi padre fui con la directora de la escuela para que me permitiera actuar, aunque yo no pertenecía a esa escuela, y me dijeron que sí. Interpreté el personaje de limosnero de la virgen. Desafortunadamente no les dieron permiso de presentarse en San Roque, se veía como una irreverencia, por eso se representó en la plazuela del Ropero.
El anecdotario de Entremeses registra la participación del niño Alfredo Tena como el que personificó a Cervantes, a semejanza de la interpretación que realizaba Armando Olivares Carrillo. La función de estreno fue todo un éxito, pues, al igual que en el montaje con adultos, el público asistente demandó a grito cantado la presencia del director.
_Ruelas, Ruelas, Ruelas…
Y Ruelas, en chiquito, con su chaqueta a los hombros y pipa en mano, salió de tras bambalinas para recibir nutrida ovación.
En opinión de José Antonio Alcaraz “Cervantes ha sido sumamente endiosado”, ya que él “era un hombre como Ruelas, sencillo y del pueblo, un soldado letrado, por así decirlo, eran almas gemelas.
En 1978 los reyes borbones de España, Juan Carlos y Sofía, presenciaron una función de Entremeses cervantinos dedicada. Rompiendo las reglas del protocolo los monarcas descendieron para felicitar de mano en mano a los actores y al director.

Cervantes por todas partes
El Teatro Universitario de Guanajuato (1952) ha cumplido con su tarea educativa, como vehículo de conocimiento, logró consolidarse en patrimonio teatral de todos, a través de la expresión, la creación, la comunicación, la recepción, la participación, el dialogo y la deliberación.
En esto radica el valor patrimonial y de identificación con el Teatro Universitario de Guanajuato, que por 57 años ha escenificado ininterrumpidamente los Entremeses cervantinos. Continúan divirtiendo y enseñado, transmitiendo el conocimiento y forjando una identidad cultural.
Antes de culminar la entrevista con José Antonio Alcaraz, en 1996, el “gordo” como se le conoció, aplicó una vez más su visión crítica para decir cuál es la verdadera esencia de Cervantes: “Se ha hecho de Cervantes (en América) monumento, coloquio, congreso internacional. ¡No! En el Corral de la Pacheca, para hablar de los tiempos de Cervantes, la gente comía naranjas y disfrutaba de su teatro, se moría de risa, y le mentaban albures a los actores, no había nada de solemne. No creo que Cervantes hubiera estado enojado, sino todo lo contrario, muy gustoso, le hubiera resultado difícil aplaudir, por supuesto, pero creo que Ruelas acertó”.
La historia cultural reciente de la ciudad de Guanajuato, se ha tejido a través de su teatro universitario. Como precursor innato del cervantismo en América, sentó las bases de una nueva identidad para su pueblo, resignificó su pasado arquitectónico, detonó la creación del Festival Internacional Cervantino, dio motivo a proyectos académicos como el Coloquio Cervantino Internacional, propició la instauración de una iconografía cervantista plasmada en monumentos, estatuas, museos, comercios, plazas y calles, cambió la nomenclatura de la ciudad, -diría el actor de Entremeses, José Rubén Araujo- instó a personajes como el publicista español Eulalio Ferrer a donar su colección de obra escultórica y pictórica para abrir las puertas del Museo Iconográfico del Quijote, espacio dedicado enteramente al caballero de la figura triste; el Teatro Universitario de Guanajuato dio cauce a la economía local, es un patrimonio cultural y artístico a la altura de otros que posee Guanajuato, como su arquitectura, sus minas y su gente.

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